lunes, 15 de febrero de 2010

Revista de Historia Económica (RHE-JILAEH)

Si tuviera que decir qué departamentos hacen de la Universidad Carlos III de Madrid una institución reconocida a nivel mundial en nuestra ciencia, probablemente no me equivocaría si señalase los de Econometría e Historia Económica. Desde este último se venía editando una publicación decana y de renombre en su campo: la Revista de Historia Económica.

Pues bien, hoy tanto esta publicación como la universidad que le da soporte tienen un motivo más para congratularse de su trabajo, ya que a partir de ahora esta revista será publicada por Cambridge University Press (sobre la que sobran los comentarios, todo sea dicho). De hecho, el nombre de la misma ahora pasaré a ser Revista de Historia Económica - Journal of Iberian and Latin American History (RHE-JILAEH), lo cual no hará más que aumentar la difusión y proyección internacional de la que ya disfrutaba.

Desde aquí no quiero más que animaros a consultarla, pues de verdad merece la pena, así como felicitar a todos los que trabajan en esta publicación y animarles para que continúen su labor, porque en ocasiones, como ha podido verse, tiene su merecida recompensa.

miércoles, 10 de febrero de 2010

La eficiencia económica (III)

En las dos entradas anteriores he intentado presentaros de una forma más o menos ilustrativa los dos criterios más extendidos utilizados para definir el concepto de eficiencia económica: el criterio de Pareto y el criterio de Kaldor-Hicks. Sin embargo, al margen de las implicaciones de cada uno, quería hacer una aclaración final sobre las conclusiones de ambos. Y es que, a pesar de las diferencias a primera vista, ambos criterios muestran exáctamente el mismo fenómeno, sólo que con ciertas matizaciones en cuanto a los procesos que conducen a él.

De hecho, basta que pensemos un poco. El criterio Paretiano indica que una asignación es eficiente si no puede mejorarse el bienestar de nadie salvo que se empeore a algún otro, es decir, para mejorar la situación de un individuo habríamos de perjudicar a otro en el proceso. Por su parte, el criterio de Kaldor-Hicks indica que una situación eficiente es aquélla en la que los "ganadores" tras un cambio de asignación podrían compensar con las ganancias percibidas a los "perdedores" en el proceso y aún así obtener un beneficio neto (o en la que los "perdedores" son incapaces de sobornar a los "ganadores" para que no realicen el cambio de asignación). 

Como ejemplo, supongamos dos vasos de tubo con la misma cantidad de líquido en cada uno que representan una asignación inicial. A continuación, tenemos una botella también con una cierta cantidad de líquido que repartimos indistintamente entre los dos vasos (entendemos que en ningún caso hacemos que se viertan). La nueva situación sería eficiente en el sentido de Pareto, ya que tras repartir el líquido entre ambos vasos, no podemos aumentar la cantidad en ninguno de ellos salvo que retiremos líquido de uno para ponerlo en el otro. Si por el contrario suponemos nuevamente nuestros dos vasos en su situación original y planteamos retirar la mitad de líquido de uno para ponerlo en el otro y luego distribuimos el líquido de la botella entre ambos vasos como nos parezca, lo que nos dicen Kaldor y Hicks es que la situación también será eficiente, pues aunque se haya "perjudicado" a uno de los vasos en el proceso, el vaso más lleno podría "compensar" con su ganancia al vaso "perdedor" y aún así tener más líquido del que tenía antes (podría retener una ganancia neta, como decíamos). Si ésta compensación se produce, la situación eficiente alcanzada no sólo es eficiente en el sentido de Kaldor-Hicks, sino también en sentido de Pareto. Los dos caminos conducen a una eficiencia paretiana, sólo cambia el proceso para llegar a él. De hecho, podríamos entender el criterio paretiano como resultado de una distribución y el criterio de Kaldor-Hicks como el de una distribución que permite redistribución.

Así, el criterio de Kaldor-Hicks no hace más que ampliar las restricciones que plantea a primera vista el de Pareto. Este hecho es realmente importante. En la práctica, las fricciones en los mercados no suelen permitir alcanzar situaciones Pareto-eficientes únicamente por distribución de los recursos. Es más, existen pocas situaciones en las que podamos hablar de "distribución" en sentido estricto (pues este hecho presupone siempre que éstos son dotados exógenamente, algo que no se cumple en la mayoría de circunstancias). Las aportaciones de Kaldor y Hicks señalan que mediante políticas redistributivas podría también llegarse a resultados Pareto-eficientes (al menos teóricamente si se cumplen ciertas condiciones, todo sea dicho), lo cual abre muchas posibilidades que no parecían factibles en un primer momento y, hasta cierto punto, dota de un objetivo económico al sector público que requiere su intervención activa en las economías modernas.

martes, 9 de febrero de 2010

La eficiencia económica (II)

En la entrada anterior veíamos la definición de uno de los criterios de eficiencia más extendidos en la ciencia económica: la eficiencia en el sentido de Pareto. A pesar de su amplia difusión y de su aceptación general, no es el único. En 1939 dos economistas británicos, John Hicks y Nicholas Kaldor ampliaron los límites de la eficiencia paretiana mediante la introducción del concepto de compensación. Recordamos que para Pareto una asignación era preferible a otra si ésta reportaba un bienestar adicional al conjunto sin perjudicar a ninguno de sus integrantes (es decir, una asignación es eficiente si no puede encontrarse otra asignación en la que nadie esté mejor sin perjudicar a nadie, ver más aquí). Sin embargo, estos dos economistas van más allá.

Kaldor estableció que una asignación será preferible a otra inicial si en el transcurso de una a otra el "ganador" es capaz de compensar a los "perdedores" con las ganancias percibidas y aún así retener un beneficio. Volvamos con Pedro y Ana, los personajes de la entrada anterior. Supongamos que ambos tienen un sueldo de 2.000 euros. Entonces el jefe de ambos (que es bastante arbitrario) propone a Ana lo siguiente: subirle el sueldo 200 euros a costa de rebajarle a Pedro el suyo el 100 euros. Pues bien, según Kaldor la nueva asignación sería teóricamente eficiente, ya que Ana podría "compensar" a Pedro pagándole 100 euros con su nueva asignación y todavía Ana conseguiría 100 euros más. El sueldo de ambos quedaría entonces en 2.100 y 2.000 euros, respectivamente. Ana sale ganando en principio a costa de Pedro, pero puesto que sería capaz de compensarle con su nueva asignación, Pedro no sale perdiendo en el proceso. Esta nueva asignación conseguida sería entonces eficiente en el sentido de Kaldor, y además, dada la compensación también lo sería en sentido de Pareto. Cónstese que esta compensación únicamente requiere ser posible en la teoría para cumplir el criterio de eficiencia.

El criterio desarrollado por Hicks es análogo, pero planteado de forma inversa. Así, Hicks argumenta que una asignación será preferible a otra si en el transcurso de la primera a la segunda los "perdedores" no fuesen capaces de "sobornar" a los "ganadores" para que no realicen el movimiento. Siguiendo con Pedro y Ana, pensemos ahora que el sueldo de Pedro queda reducido en 100 euros para que el de Ana aumente en 200 euros. Como Pedro (que es el "perdedor") no sería capaz de "sobornar" a Ana para que no aceptase su nueva asignación, ésta será eficiente en el sentido de Hicks. Como decíamos, puede verse que tratamos en términos inversos. Dado que Pedro no sería capaz de "sobornar" a Ana para que no aceptase, a la inversa Ana sería capaz de "compensar" a Pedro y aún así salir ganando. Una vez más, se trata del mismo argumento en términos inversos.

Ambos criterios se complementan desde distintas ópticas, y por tanto, lo más habitual es hablar del criterio Kaldor-Hicks de eficiencia económica, el cual sienta una de las bases fundamentales de la teoría del bienestar en la ciencia económica. Su forma actual se la debemos al economista húngaro Tibor Scitovsky (1910-2002), quien ante las aparentes paradojas que planteaba el criterio de Kaldor (si los "perdedores" eran compensados podían a su vez pagar a los "ganadores" para volver a la situación inicial, por ejemplo), postuló la necesidad de complementar éste con el criterio de Hicks, teniendo como resultado su definición conjunta actual. En la línea anterior, no hace falta demasiada imaginación para sustituir en nuestro argumento a cualquiera de nuestros personajes por el sector público y las políticas de redistribución que éste desempeña. En este sentido, además, este nuevo criterio tiene importantes implicaciones. Con el criterio paretiano, la redistribución de la renta quedaba relegada a una mera cuestión política entre distintos colectivos. El criterio de Hicks-Kaldor, por su parte, muestra que más allá de la confrontación política la redistribución puede ampliar las restricciones paretianas hacia una eficiencia que al mismo tiempo reporte un mayor bienestar para los implicados siempre que, por supuesto, los mecanismos de compensación sean los adecuados.

viernes, 5 de febrero de 2010

La eficiencia económica

Constamente, los economistas hacemos referencia a la eficiencia, hasta el punto de que podría afirmar que constituye el centro de estudio de nuestra disciplina. Los medios de comunicación (y los políticos) tampoco se quedan atrás a la hora de nombrarla, con más o menos acierto o correción. Por esa razón, no está de más intentar aclarar qué es lo que tendemos por eficiencia, y para ello, debemos referirnos a la labor de un autor al que los economistas (inclusive los que pretendemos serlo) le debemos mucho, Vilfredo Pareto. Este economista italiano, nacido en 1848 y fallecido en 1923, fue un autor muy prolífico en las disciplinas de la economía, la sociología y la filosofía política. Entre sus principales aportaciones, la que sin duda le hizo pasar a la posteridad fue el enunciado de la eficiencia económica, entendida desde entonces en la economía como eficiencia en el sentido de Pareto o Pareto-eficiencia.

Para entender este concepto, tenemos que entender primero qué significa la dominancia en sentido de Pareto. Decimos que una alternativa X domina en el sentido de Pareto a una alternativa Y si ningún individuo prefiere Y a X y al menos alguno prefiere X a Y. En otras palabras, X domina en el sentido de Pareto en el sentido de Pareto si no existe ninguna otra alternativa que pudiese ser aceptada unánimamente. Las alternativas que son dominantes en el sentido de Pareto son eficientes. Ésto nos permite ilustrar el enunciado más tradicional de eficiencia: "Una asignación es eficiente para los individuos de un grupo si sólo puede aumentarse el bienestar de uno de sus miembros a costa de disminuir el de otro", o dicho de otra forma: "Sólo se puede dar a uno quitándole a otro".

Supongamos dos personas, Ana y Pedro, a quienes les ha tocado un billete de lotería premiado con 100.000 euros. ¿Qué asignación del premio entre ellos será eficiente? La respuesta es todas. Cualquier reparto que se pueda plantear sobre el premio mejora el bienestar de Ana y Pedro sin empeorar el de ninguno de ellos. Incluso si planteamos que Ana se quede con todo el premio y Pedro se quede con las ganas, esta asignación será eficiente, puesto que Ana gana pero Pedro no pierde nada en el proceso.

Aparte de ilustar el concepto de eficiencia, este ejemplo pone de relieve una cuestión muy importante: pueden existir y de hecho existen múltiples resultados eficientes. Cuál es preferible queda al margen de las consideraciones de la economía y se adentra de lleno en el terreno político. Habrá quienes prefieran primar un colectivo frente a otro o quienes clamen por una visión particular de justicia distributiva frente a otra. Desde la economía esa elección es indiferente. Únicamente (por si sirve de algo) nos dedicamos a señalar los distintos destinos posibles. A cuál nos dirigiremos finalmente depende, como casi siempre, de una elección política.