martes, 19 de octubre de 2010

"Free to Lose", de John E. Roemer (III bis): clase, riqueza y explotación

Siguiendo con la entrada anterior, hemos visto la correspondencia que Roemer establece primero entre riqueza y clase social, y después, entre clase social y explotación, para las que formula sendos teoremas. Cabe reconocer la sencillez, pero a la vez efectividad, de las matemáticas que el autor usa en su proceso de formalización, especialmente en sus demostraciones. No obstante, más allá de su consistencia lógica, cabría preguntarnos, ¿realmente estos dos teoremas se cumplen siempre? La pregunta nos hace remitirnos a los supuestos iniciales. Consideremos, una vez más, el siguiente ejemplo de Roemer:

Supongamos dos agentes, Adam y Karl, un bien, maíz, y dos factores productivos, trabajo y maíz (capital), igual que en el ejemplo de la entrada anterior. Las preferencias de los agentes, que están en función del maíz consumido y del trabajo, en este caso se definen como:

Karl prefiere (⅔,0) a (1,1)
Adam prefiere (3⅓, 4) a (3,3)

Las tecnologías de producción son nuevamente la Fábrica y la Granja, que a modo de recordatorio se definen como:

Granja: 3 días de trabajo + 0 semillas → 1 unidad de maíz
Fábrica: 1 día de trabajo + 1 semilla → 2 unidades de maíz, brutas, o 1 unidad, neta

La distribución de las dotaciones iniciales es desigualitaria: Adam posee 3 uds. de capital, Karl posee sólo 1 (por lo demás, los dos agentes son en este caso idénticos). Asumamos, como siempre, que los dos desean reponer su stock de capital para el final de la semana (de forma que a la semana siguiente comiencen con las mismas dotaciones iniciales). ¿Cuáles son las posibilidades? Cada uno podría trabajar de forma autárquica. En ese caso, Karl conseguiría la cesta (1,1), trabajando su 1 ud. de capital en la Fábrica en 1 día, produciendo así 1 ud. de maíz, neta. Adam conseguiría la cesta (3,3) de la misma forma. No obstante, ambos pueden hacerlo mejor. Supongamos que Karl ofrece contratar a Adam a un salario real de w = ⅓ ud. de maíz por día (este salario es el competitivo, como concluímos en los ejemplos de las entradas anteriores). Así, Karl contrata a Adam para que trabaje su 1 ud. de capital (de Karl) y paga a Adam w = ⅓, quedándose con un beneficio de ⅔ uds. de maíz. Adam ya ha trabajado por su cuenta 3 días para obtener 3 uds. de maíz, netas. Además, el trabaja para Karl 1 día al salario anunciado, con lo cual al final de la semana logra obtener la cesta (3⅓, 4), mientras que Karl obtiene la cesta (⅔,0). Este resultado es Pareto superior al obtenido en un estado de autarquía, según las preferencias de los agentes que hemos definido para este ejemplo. Siendo algo más precisos sobre sus preferencias, esta situación de hecho puede constituir un equilibrio entre Karl y Adam. Nótese que en este equilibrio Karl está explotando a Adam; Karl no trabaja en absoluto y vive del trabajo de Adam. Este proceso puede repetirse a lo largo de las semanas. Sin embargo, Karl es el pobre y Adam es el rico. De esta forma, el análisis de la explotación falla a la hora de reflejar la desigualdad inicial en la posesión de los medios de producción (o en un sentido amplio, de las dotaciones iniciales).

Este ejemplo muestra que la correspondencia entre explotación y riqueza establecida anteriormente aquí no se cumple, dado que los agentes no poseen preferencias de subsistencia. El Teorema de Correspondencia Clase-Explotación sí se sigue cumpliendo (Karl es quien contrata trabajo y Adam es quien lo vende, luego Karl explota a Adam, como señala el ejemplo), y de hecho, Roemer afirma que su cumplimiento es independiente de las preferencias de los agentes. Sin embargo, el Teorema de Correspondencia Clase-Riqueza es sólo contingentemente cierto, es decir, depende del tipo de preferencias que posean los agentes. A pesar de todo, Roemer asegura que, al margen de este ejemplo, el teorema es válido para un rango amplio de preferencias (salvo que éstas sean demasiado extravagantes).

Ante esta situación, Roemer concluye que el análisis de la explotación no debería constituir el centro de atención de la teoría económica marxista, en tanto en ciertas circunstancias puede no reflejar correctamente una distribución inicial desigualitaria y, por tanto, puede llevar a equívocos a la hora de juzgar su carácter éticamente reprobable o el de sus causas previas (que, a fin de cuentas, es el objetivo último de su teoría). En esta línea, el autor aporta una nueva definición de explotación, menos técnica pero más genérica, en la que establece que un agente sufre explotación si su utilidad presente es menor comparada con aquélla que obtendría en una situación en la que se parte de una distribución igualitaria de las dotaciones iniciales. Obsérvese que esta definición, genérica, puede aplicarse para todos los tipos de explotación que vimos anteriormente. No obstante, este enfoque es contrafactual, pues las conclusiones que podamos extraer dependen de cómo representemos esa supuesta situación igualitaria que nos servirá de marco de comparación.

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